Tomamos decisiones constantemente. La gran mayoría de ellas no tienen mucha relevancia, como la camiseta que elegimos para vestirnos, pero otras sí.
Estudios hablan de más de 35.000 decisiones al día de las cuales somos conscientes únicamente de menos del 1% de ellas.
Además, estamos rodeados de información, cosa que no ocurría hace unos años. Esto es bueno y a la vez malo, ya que un exceso de información puede llevarnos a alargar la toma de la decisión, a posponerla o, incluso, a tomar una decisión equivocada.
Tampoco hay que olvidar que la humanidad ha evolucionado muy rápido. Yo, al ser un niño nacido en los 90, he vivido la rápida transición de hacer trabajos con enciclopedia en el colegio a, en cuestión de pocos años, tener ordenador y acceso a internet en casa. De no tener smartphones ni tablets a no saber vivir sin ellos. ¡Y aún no he cumplido 30 años!
Con este avance vertiginoso, nuestro cerebro sigue tirando de aquellos recursos que le hacían sobrevivir en épocas pasadas. Recursos que ayudaban a tomar decisiones rápidas ante un peligro y que marcaban la diferencia entre sobrevivir y no hacerlo.
Sesgos cognitivos
Los sesgos cognitivos son parte de esos recursos que nos ayudaban y los cuales seguimos utilizando hoy día, muchas veces de forma inconsciente.
Los sesgos cognitivos son patrones sistemáticos de pensamiento que pueden llevarnos a desviarnos de la objetividad al interpretar la información o al tomar decisiones. Estos sesgos son una consecuencia natural del funcionamiento de nuestra mente, que a menudo busca simplificar la complejidad del mundo que nos rodea.
Los sesgos cognitivos pueden surgir debido a una variedad de factores, como nuestras experiencias pasadas, nuestras emociones, y la forma en que procesamos la información. Aunque estos sesgos pueden ser útiles en ciertos contextos, como ayudarnos a tomar decisiones rápidas en situaciones de emergencia, también pueden llevarnos a cometer errores de juicio y tomar decisiones poco óptimas en otros casos.
Algunos ejemplos comunes de sesgos cognitivos incluyen:
Sesgo de confirmación: La tendencia a buscar, interpretar y recordar información de manera que confirme nuestras creencias preexistentes, mientras ignoramos o minimizamos la evidencia que contradice esas creencias. Las redes sociales son expertas en esto, ya que te muestran información acorde a tus gustos e ideologías para que pases más tiempo en ellas.
Anclaje: La tendencia a depender demasiado de la primera información que recibimos al tomar decisiones, lo que puede influir en cómo evaluamos información posterior. Cuando vamos a comprar algo y vemos un precio rebajado o nos empiezan enseñando el artículo más caro de la gama para que el que realmente queremos lo veamos barato.
Sesgo de disponibilidad: La tendencia a sobrevalorar la información que está fácilmente disponible en nuestra mente, como recuerdos recientes o eventos impactantes, mientras subestimamos información menos accesible. Este sesgo nos hace creer, por ejemplo, que hay muchos más accidentes de aviones de los que realmente hay porque suelen ser mucho más sonados en los medios y los recordamos más que los de tráfico.
Efecto halo: La tendencia a generalizar la percepción de una persona, producto o situación en función de una característica específica positiva o negativa. Gracias a esto funcionan tan bien las campañas de publicidad con famosos/influencers. Esas características que asociamos a la persona, las asociamos también al producto que anuncian.
Sesgo de retrospectiva: La tendencia a percibir los eventos pasados como más previsibles de lo que realmente eran antes de que ocurrieran. Suele ocurrir cuando una empresa tiene éxito. A posteriori se suele creer que el éxito era obvio y no había más opciones, ignorando la situación del mercado y otros riesgos.
Sesgo de anclaje y ajuste: La tendencia a depender demasiado de un punto de referencia inicial (anclaje) al realizar estimaciones numéricas, y luego ajustar insuficientemente esa estimación a medida que se presenta nueva información. Este sesgo aplica a subastas, por ejemplo. Si el precio del primer postor es alto, creemos que el producto a subastar es realmente caro y esa persona lo va a adquirir a precio bajo.
Como ves, todos estos sesgos condicionan tu día a día. Conocerlos y reconocerlos te ayudará en tu día a día a hacer más fáciles y racionales tus decisiones.
Sé que es difícil desvincularse de ellos, pero tomar perspectiva nos puede ayudar a tomar mejores decisiones.
Truco extra: Regla 10/10/10
Nos preocupamos en exceso sobre cualquiera de los hechos que nos ocurren. Esta preocupación, muchas veces infundada, nos hace sufrir antes, durante y después porque no sabes gestionar ciertas situaciones. Para ello te dejo una regla muy fácil de recordar: la regla 10/10/10.
Es muy sencilla de utilizar.
Ante una preocupación, hazte la siguiente pregunta:
¿Esta situación me preocupará dentro de 10 minutos (o días) / 10 meses o 10 años?
Con esta simple pregunta, podremos bajar el problema a la realidad y, contestándola, conseguiremos reducir la preocupación.
La “pre-ocupación” no suele solucionar nada. La ocupación sí.
Si es un problema que en 10 minutos o 10 días (corto plazo) va a dejar de ser un problema: PASA A LA ACCIÓN.
Si en 10 meses (medio plazo) dejará de preocuparme: PASA A LA ACCIÓN.
Si en 10 años (largo plazo) dejará de estar en mi mente: PASA A LA ACCIÓN.
Verás que muy pocos de los problemas del día a día, serán un problema en 10 años.
Espero que te ayude y que hayas podido descansar en Semana Santa.
Un abrazo y nos leemos en 2 semanas.
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